Thekchen Chöling, Dharamsala, HP, India - El Profesor Arthur Brooks saludó a Su Santidad el Dalái Lama cuando entró en la sala de reuniones esta mañana. Brooks le dijo que su amistad y colaboración de once años había cambiado su vida. Aseguró a Su Santidad que él y sus amigos de Harvard querían ayudar a difundir su mensaje.
«Queremos animar a las personas y acercarlas a la ciencia, las ideas y la espiritualidad. Es un mensaje del corazón que intentamos transmitir al resto del mundo.
»El budismo enseña que hay sufrimiento en el mundo, que la vida es sufrimiento. Hay una insatisfacción generalizada. Estamos insatisfechos con nosotros mismos, con nuestras vidas y nuestras posesiones. Cuando busco la guía de Su Santidad, me dice: “Recuerda que eres uno de los ocho mil millones de seres humanos. Cuando sientas dolor, cultiva la compasión por los demás. Cuando sientas odio, muestra calidez de corazón. Preocúpate por los asuntos espirituales más que por las posesiones físicas”.
»Debemos trascendernos para encontrarnos a nosotros mismos, así que centrarnos en cosas más elevadas, en otras personas, es nuestro tema de hoy. Hoy vamos a hablar sobre nuestra relación con otras personas. Mañana hablaremos del universo».
«Una cuestión fundamental que siempre trato de evocar —respondió Su Santidad— es el hecho de nuestro origen común: todos hemos nacido de una madre y fuimos cuidados durante nuestra infancia bajo su amparo. Cuando somos muy pequeños, la parte intelectual de nuestro cerebro no está desarrollada, pero somos capaces de apreciar los cuidados que se nos dispensaron. Lo mismo se aplica a otros mamíferos, incluso a los depredadores agresivos como los leones y los tigres.
»Podemos ver que las personas que recibieron cuidados durante su juventud crecen seguras y en paz, mientras que aquellas separadas temprano de sus madres a menudo manifiestan inseguridad e inquietud más adelante en la vida. En mi experiencia personal, conté con una madre extremadamente cariñosa.
»En la tradición budista, y especialmente en la tibetana, cultivamos el reconocimiento de que todos los seres sensibles han sido, en algún momento, nuestras madres. Este es un paso en nuestro entrenamiento en la compasión universal, una forma de establecer una conexión con todos los seres.
»Nuestra habilidad para amar se nutre de nuestras primeras experiencias en la infancia. Desafortunadamente, muchas personas subestiman el impacto transformador del amor, optando por perseguir sus intereses de manera competitiva. Sin embargo, resulta mucho más beneficioso reconocer y valorar la bondad que recibimos, ya que esta apreciación fortalece nuestras relaciones y enriquece nuestras vidas.
»Al adoptar una perspectiva más positiva, encontrarás un mayor equilibrio interno y tus interacciones con los demás fluirán con más naturalidad. Comparándome con mi predecesor, noto que mi habilidad para conectarme con la gente es relativamente fácil. Sin embargo, el Dalái Lama XIII tenía un enfoque diferente, posiblemente influido por nuestras distintas vivencias. Mi temprana experiencia de perder mi país y vivir como refugiado me expuso a un amplio espectro de personas y culturas, permitiéndome interactuar sin la excesiva formalidad que caracterizaba su época.
»Lo importante es apreciar la amabilidad, el amor y la compasión que recibimos. Casi todos los problemas que creamos los seres humanos derivan de la falta de consideración hacia los demás.
»En la práctica budista para cultivar compasión, partimos de la capacidad innata heredada de nuestras madres al comienzo de la vida. Creamos vínculos con los demás y fomentamos una actitud de gratitud hacia ellos. Al considerar a todos como “seres sensibles”, eliminamos cualquier espacio para la ira o el odio».
Brooks preguntó: «¿Qué hace cuando le resulta difícil amar a alguien?».
Su Santidad respondió: «A veces, primero hay que cultivar la conciencia de la ecuanimidad y, a partir de ahí, desarrollar el afecto y la consideración».
»Cuando conocí al Presidente Mao Zedong, él reconoció mi interés en la ciencia, pero restó importancia a la necesidad de cultivar amor por los demás. Sin embargo, me pregunto, ¿cómo podría haber sido feliz sin experimentar confianza o afecto hacia quienes formaban parte de su entorno más cercano? El poder, por sí solo, no es suficiente para garantizar nuestra felicidad. Creo que si Mao viviera hoy, reconsideraría su postura. Lo esencial en nuestras interacciones personales es forjar una conexión».
Brooks quería saber si puedes decidir amar a alguien cuando en realidad no sientes ese amor. Su Santidad respondió que tenemos que utilizar nuestra inteligencia para comprender el valor de la calidez de corazón hacia los demás.
La psicóloga californiana Sonja Lyubomirsky, que investiga el efecto que tiene en nosotros ser generosos con los demás, preguntó cómo podemos centrarnos en los demás en la vida cotidiana. Su Santidad sugirió que si observamos a los animales, podemos ver cómo tienen una cohesión de grupo que depende del cuidado y el afecto que existe entre ellos. Esto es cierto incluso entre los depredadores que viven de la carne de otras criaturas.
»Nuestra inteligencia nos sitúa a los seres humanos en una posición ventajosa. Podemos entender el poder y el valor de la conexión y la amabilidad. Cuando yo era pequeño, en el noreste de Tíbet, la mayoría de la población local era musulmana, así que había diferencias sociales entre nosotros, pero el afecto dentro de la comunidad era fuerte y manteníamos buenas relaciones. Los niños jugábamos entre nosotros de forma bastante desinteresada. Debemos recordar que la amabilidad y el afecto fundamentales forman parte de la naturaleza humana».
Un estudiante llamado Tenzin Lodoe preguntó qué puede hacer el sistema educativo para ayudar a los jóvenes con problemas emocionales y mentales. Su Santidad destacó su inquietud acerca de que la educación moderna tiende a promover el interés personal sin incentivar el desarrollo de lazos sociales. En realidad, dijo, lo importante en el mundo actual es cómo conectamos unos con otros como seres humanos. Aspiramos a vivir en un entorno más pacífico, pero sin vínculos auténticos entre nosotros, carecemos de una fundación sólida para la paz.
«Desde mi punto de vista, cuando pienso en la situación del Tíbet, me doy cuenta de que tenemos que prestar especial atención a quienes han causado tantos problemas allí. Reflexiono sobre lo que llamamos los cuatro deseos inmensurables:
»Que todos los seres sensibles tengan felicidad, que carezcan de sufrimiento, que tengan una felicidad sin sufrimiento ninguno, y que disfruten de una ecuanimidad desprovista de apego o aversión.
»Pensar: “Que todos los seres obtengan la felicidad y su causas”, es muy poderoso. Por eso, cuando pienso en el sufrimiento y la destrucción que han provocado los comunistas chinos, me doy cuenta de que sus acciones se basan en la ignorancia. La cultura tibetana, en cambio, está arraigada en la bondad, el amor y la compasión».
Brooks pidió consejo sobre cómo enseñar a los demás la importancia del amor.
«El punto clave es reconocer que cuanto más te preocupes por los demás, mayor será tu propia sensación de paz interior —respondió Su Santidad—. Está bastante claro que donde hay menos bondad en el mundo, hay más problemas. Cuando hablamos de amor, bondad y compasión, no es una cuestión religiosa. Forma parte de la realidad fundamental de las relaciones entre criaturas sociales. Los problemas surgen cuando no somos amables. Por eso necesitamos más bondad en el mundo.
»Vosotros, los jóvenes, os estáis formando como líderes. Es importante que reconozcáis que el amor y la compasión tienen un papel en lo que somos como seres humanos. Todos queremos ser felices, nadie quiere pasarlo mal. Este es un deseo que tenemos en común. Sobrevivimos gracias al cuidado de los demás.
»Muchas ideologías políticas se basan en enfatizar diferencias entre grupos estableciendo un “nosotros” y un “ellos”. Esto es contrario a nuestra naturaleza básica amable y afectuosa. Tras llegar a la India como refugiado y viajar por todo el mundo, he llegado a comprender que los seres humanos somos todos iguales; compartimos una experiencia común. Y reconocer esto me aporta paz y alegría. Cuando vemos que otros seres humanos son como nosotros, el amor y la compasión por ellos surgen con facilidad.
»Si nos centramos en cambio en las diferencias religiosas o políticas que nos separan, sólo aumentamos nuestros sentimientos de alienación y división. Lo crucial es ver que somos iguales en todo lo que nos hace seres humanos».
Arthur Brooks resumió la mañana en seis lecciones. La primera fue que, aunque pensemos que el amor es nuestra meta, en realidad es el principio. En segundo lugar, lo importante es amar a los demás. En tercer lugar, olvidarse de amar a los demás es un error fácil de cometer, especialmente cuando el egoísmo parezca ser eficaz. Sin embargo, cuando Su Santidad dice «Que todos los seres sean felices», se trata de recordar cómo han sido tan amables con nosotros como una madre y sentirnos agradecidos por ello.
En cuarto lugar, la respuesta adecuada a la comprensión de que la gente hace daño por ignorancia, es decidirse a mostrarles amor. Quinto, para ser líderes eficaces enseñando sobre el amor, necesitamos establecer una conexión auténtica con otras personas. Por último, la sexta lección fue que el mayor problema del mundo es la ilusión de «nosotros» y «ellos», no reconocer lo interdependientes que somos.